martes, 28 de agosto de 2012

Ramiro Menna


–¿Y vos?

–Pasan los años, yo me entero a los 13 o 14 años que era hijo de desaparecidos. Me crié con mis tíos pensando que era hijo de ellos. Pero según me explicó un psicólogo de Abuelas, fueron mecanismos de defensa de mi psicología: tratar de guardar en un lugar bien oscuro de la conciencia toda esa parte y no recordar nada, fue una manera de defenderme de cosas que me podían hacer mucho daño. Quela me crió. Vivimos en Carmen de Patagones. Me cuenta que cuando yo recién llegué tenía pesadillas. “Ani, Ani, mamá, mamá”, decía a la noche. Me despertaba y Quela entonces venía y me preguntaba si quería hablar de mi mamá. Yo le decía que no, que no. Hundía la cabeza en la almohada y me volvía a dormir. De a poquito al parecer desdibujé la idea de que tenía una mamá porque le empecé a decir mamá a Quela. Los psicólogos aconsejaron a mis tíos que me provean sólo de la información que yo solicitara, pero no más que eso, porque yo iba a preguntar lo que podía manejar. Cuando llego a los 13 años sin hacer preguntas, convencido de que mis primos eran mis hermanos, les aconsejan que me digan la verdad.

–¿Cómo fue con eso?

–Fue como una película, no me parecía una historia real. No se me encarnó hasta que no pasaron años. No hubo reacción violenta ni nada, lo tomé muy bien. Tenía más o menos conciencia de lo que había sido la dictadura y por mi formación católica la historia de mis papás, al principio, por un lado me parecía que habían hecho lo que creían por el bien de la gente. Y por otro, me parecían equivocados. Con el tiempo, fui indagando y formándome políticamente. Si bien no perdí mi fe, soy creyente y militante de la iglesia Católica latinoamericana, que no es la romana, fui comprendiendo mucho mejor lo que significó la lucha del PRT, junto con otros movimientos revolucionarios y de izquierda en América latina. Y la verdad es que cada vez menos creo que se equivocaron ellos en algo, en su militancia. Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los setenta.
A Etiopía

En Carmen de Patagones, Quela trabajaba en Cáritas con un compromiso que Ramiro recupera en clave política. Levantaron una guardería en uno de los barrios más pobres comprometiendo al gobierno de la provincia con los sueldos de los docentes. Ramiro creció y se formó en el movimiento juvenil de los salesianos desde donde lee otra huella de su formación: participó como delegado del movimiento en instancias de organización local, regional y nacional. Había grupos misioneros con trabajo en las comunidades mapuches de la cordillera. Los de Oratoria, en las villas de Bahía Blanca. “Muchos chicos de clase media entraban en contacto con una realidad que no conocían, al comienzo los shockeaba pero después los terminaba por comprometer”, dice. Se hizo cura salesiano. Pidió ir a una misión en Etiopía en el norte de Africa. “Uno a veces se va lejos para estar más cerca, para encontrar lo que realmente le importa, mi experiencia en Etiopía fue inolvidable”, aunque ahí dejó la congregación porque “sentí cosas de la estructura eclesial que me incomodaban, me hacían ruido; en mi divorcio con los salesianos conocí a Dillawork, que hoy es mi mujer”. Ramiro, Dillawork, dos hijos y uno que está a punto de nacer viven en Chepes, un pueblo en el interior de La Rioja adonde llegó por una propuesta de Rafael Sifre, compañero del movimiento rural de Pedernera y Angelelli.

Ahora es profesor de física y química en un bachillerato de jóvenes y adultos en Ulapes, a 60 kilómetros de Chepes. Va tres veces por semana. Y pone parte del empeño en AecheLar, la Asociación de Emprendedores de Chepes que nació como cooperativa de trabajadores para potenciar criterios populares, parar la olla y a la vez desarrollar un proyecto económico sustentable en la región, dice él. La organización tomó forma sociopolítica. Abrieron FM La Tusca y la Cooperativa El Monte. La Tusca es parte de la red de medios de comunicación alternativa y canal de expresión sin condicionantes gubernamentales ni privados, dice. Un medio para denunciar efectos de la megaminería y sostener articulaciones con otras organizaciones. La cooperativa trabaja el cuero a partir del cabrito: “Parte de la producción genuina del pequeño productor de los Llanos que vende la carne pero desperdicia mucho el cuero”. Desde ahí, integran el FROP para articular con otros proyectos que ahora piensan en la construcción de una alternativa popular para disputar poder real en el escenario político de la provincia.

–Tu vida después, ¿no tiene algo de espejo con tus viejos?

–Puede ser. De chico en Patagones, sinceramente, aun antes de entender un poco cómo funciona el mundo de lo político, vivía en una familia que tenía un compromiso social. Quela laburaba mucho desde la Iglesia. Yo aprendo eso también. Pero conocer el compromiso de mis viejos y al mismo tiempo por mi militancia católica latinoamericana, uno descubre un mar de coincidencias. Toda una Iglesia comprometida con la construcción de una sociedad más justa que se convierte en mártir; que fue asesinada sistemáticamente, pero que sigue en lucha, que no se rinde. Y mis viejos, por otro lado, que creían en un proyecto de país muy distinto, lucharon, empujaron para que eso surgiera, se hiciera realidad en nuestra tierra y cayeron en medio de esa lucha. Cuando vos hablás de espejo, yo me siento muy identificado con muchas de las ideas que están en el credo, por decirlo así, del PRT. La necesidad de construir una sociedad fuerte, orientada según los intereses de los trabajadores, en línea quizá con lo que dice Hugo Chávez: un socialismo del siglo XXI que hay que crear. Que todavía no existe. Que no es ninguno de los que hemos visto pero que ciertamente no es capitalismo.

–¿En estos años supiste algo de tu posible hermano o hermana?

–En el marco de mis preguntas, en algún momento me fui enterando de que mi mamá estaba embarazada. El primer contacto con el tema fue cuando me saqué sangre, a los 18 o 19 años. Después me fui a Paraguay. Yo estaba viviendo en Trelew con los salesianos. Y salió el dato de que Carolina, hija adoptiva del matrimonio Bianco, tenía la edad y hasta rasgos que podían indicar que podía ser hija de Ana María Lanzillotto, es decir mi hermana. Bianco también tenía a Pablo, que después se supo que era hijo de desaparecidos. Yo viajé a Paraguay en 2000. Vi a Carolina. Ella tenía confianza con los salesianos porque había estudiado en un colegio con ellos. Yo sabía que se había negado a cualquier extracción de sangre, pero quise verla para que accediera, para pedirle por favor. Al final no accedió. Mucho después se lo hizo, y dio negativo (con todo el banco). Después hubo otra chica que podía ser, yo estaba en Etiopía. Pero resultó que tampoco era.

–¿Se lo espera ahora o se lo busca?

–Yo voy a declarar muy probablemente en el juicio. Para declarar de mis padres no puedo ir a decir nada: tenía dos años, no puedo decir quién me agarró a mí o quién me separó de mi madre. Puedo dar testimonio para que se vea cómo puede repercutir la acción del terrorismo en la vida de una persona, pero además vale por esto: quizá tenga su repercusión en alguna persona concreta que por ahí abra una puerta. Yo tengo 38 años, mi hermana o hermano tendría que tener 36, si me está escuchando debería saber que todos los especialistas coinciden en el hecho de que la verdad te va a hacer libre. Después vos podés criticar a tus viejos, si querés. Que se equivocaron, que no; porque a lo mejor mi hermana o hermano tenga construido un pensamiento totalmente de derecha, qué sé yo. Pero más allá de eso, conocer la verdad en tu historia es clave, de ser feliz y hacer feliz a otro.
ENCUENTRO CON UN SARGENTO

¿Ana dio a luz en Campo de Mayo?

–Desde mi borrosa visión de pueblo del interior, tengo entendido que fue ahí. Una vez tuve una entrevista personal con el sargento Ibáñez. Este Ibáñez fue un suboficial, según cuenta. Nos hizo una cita a mí y a una hija de Robi Santucho en un lugar del gran Buenos Aires. Yo estaba en Ramos Mejía. Tomé un tren y fuimos a parar a una plaza, no me acuerdo cuál, al lado del tren. No sabíamos a quien buscábamos, el tipo nos identificó a nosotros.

–¿Qué pasó?

–Nos preguntó: “¿Ustedes son los hijos de Santucho y Menna?” “Sí”, le dijimos. Y entonces nos sentamos en la plaza. Estaba con otro hombre, desconocemos quién, nos contó lo que quería contar: él nos citó, y él nos contó.

Ibáñez les dijo que el 19 de julio de 1976 él estaba en Campo de Mayo, lo mismo que declaró más tarde en la causa que investiga dónde está el cuerpo de Santucho. Contó que el líder del PRT llegó con un hilo de vida, que intentaron conservarle la vida para interrogarlo, pero no lo lograron. Según Ibáñez, murió poco después, herido de bala. Les dijo aquello de que el cuerpo había sido embalsamado, ubicado en lo que se llamó Museo de la Subversión. Ramiro preguntó por su mamá. El hombre no dijo nada. “No sabemos si es que no sabía y mi mamá no había llegado a ese lugar en ese momento por el embarazo, o en realidad Ibáñez se estaba cuidando.”

–¿Cuándo lo vieron?

–Era el año ’97. Hacía un relato pausado. Estaba con el otro tipo que no sabemos quién es. Se lo veía mal, no bien, como golpeado. Me contó que él llevaba café a los oficiales y cuando lo hacía pasaba por delante de la sala de tortura. Que más de una vez vio a mi viejo diciendo: “¡No lo puedo creer! ¡Me preguntan por la guita!”. “¡Me preguntan por la guita!” Que lo tuvieron bajo tortura durante un tiempo importante y que después llegaron algunos oficiales con cuaderno y lápiz como para hacerle preguntas más de teoría, como si papá les hubiera dado clases de algo. Supongo que le estarían preguntando por la ideología del PRT. Nos dijo que un día vino Santiago Omar Riveros. Entró como loco, como que pasaba algo y a tomar una medida urgente, como si le hubiesen dado una orden para que se los trasladara, que se los matara. Y él dice que fue con una anestesia. Pentotal o Pentonaval, algo así... Me dijo el nombre y todo porque fue quien tuvo que ir buscarlo y llevarlos. Los durmieron y los cargaron arriba de un avión y los tiraron al mar. Liliana Delfino, la mujer de Santucho, estaba con papá. El hombre habló con cierta admiración de los dos.

Villa Martelli


¿Cómo fue Villa Martelli?

–Hay relatos divergentes. Relato A: entró el capitán Juan Carlos Leonetti con datos de alguien que entregó una cita de mi viejo. Se habla de un médico que tenía a su esposa secuestrada y negoció entregar una cita de mi papá. El tipo que era conocido de papá, le pidió una cita urgente totalmente fuera de los protocolos de seguridad del PRT. Papá acude por la confianza que le tiene y porque el hombre se lo pide desesperadamente. El PRT planeaba la fuga de Robi, él no debía haber ido jamás, pero dijo: “No puedo dejar a éste solo”. Y el tipo parece que había vendido la cita. Lo agarran en esa cita falsa, y entre los papeles encuentran una dirección con el lugar donde vivían.

–¿La factura?

–Hablan del alquiler de un nebulizador. Debía ser para mí o para el hijo de Benito (Urteaga) porque éramos los chiquitos que estábamos ahí, capaz que andábamos con tos. No sabían qué se iban a encontrar pero se encontraron con lo que se encontraron. Cae papá primero y todo el resto: Benito Urteaga, Robi Santucho, mamá, Liliana Delfino y no me acuerdo si Fernando Gertel.

–¿El otro?

–Que alguien vende la casa y que primero los agarran a todos, menos a papá. Que papá se va a la cita y cuando vuelve lo esperan con una ratonera. O sea que papá entra, abre la puerta y los milicos estaban esperando adentro. Esta versión es la primera que me cuentan a mí, me la contó (Enrique) Gorriarán Merlo, preso en Devoto, lo visité un par de veces, charlamos un montón. La versión A, en cambio, es la que ahora está manejando la causa y, según dice Pablo Llonto, es la más probable. Y yo creo que es la más probable, capaz en el juicio se pueda reconstruir exactamente.


Los Lanzillotto y los Menna
Los abuelos de Ramiro tuvieron nueve hijos, dos murieron poco después de nacer, y a los otros él los nombra como “sobrevivientes de la niñez”, como si la condición de sobrevivientes los hubiese seguido marcando. Tito es Carlos Alberto Lanzillotto, el mayor, profesor de filosofía y letras, preso en Sierra Chica durante la dictadura. Cholo es Carlos Mario, abogado de presos políticos; se quedó en La Rioja, persiguieron y amenazaron a toda su familia. Nena es Alba Rosa, militante de la Iglesia de Angelelli, el día del golpe fue detenida y liberada a los pocos días, se exilió con su marido, el poeta Ariel Ferraro, y sus dos hijos. Quela es Nidia, que lo crió. Beba, que es María Isabel, se casó con el Pocho Délfor Brizuela, los allanaron y persiguieron, les colocaron una bomba que aunque estalló solo causó daños materiales. Ani era Ana María y Tina, María Cristina, su hermana melliza. Las dos militaron en el PRT, están desaparecidas. En el 2006 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó a Tina y en 2011 a su esposo, Antorcha Santillán o Carlos Benjamín “Cacho”. Los abuelos Me-nna, Pánfilo e Irma, tuvieron dos hijos: Domingo y Raquel, los dos militaron en el PRT, los dos están desaparecidos. Raquel tuvo tres hijos.

domingo, 26 de agosto de 2012

Ramiro Menna, hijo de Ana María Lanzillotto y Domingo Mena, busca a su hermano o hermana

“Conocer la verdad es clave”

Se hizo cura entre los salesianos, viajó a Etiopía, dejó la congregación y se casó. Hoy vive en La Rioja e integra el Frente Riojano de Organizaciones Populares. Busca un hermano o hermana y espera que el juicio sobre Campo de Mayo, que acaba de empezar, lo ayude a encontrarlo.

 Por Alejandra Dandan
Ramiro con sus padres, Ana María Lanzillotto y “el Gringo” Domingo Menna, secuestrados en julio de 1976.

Ramiro Menna está convencido de que existe “un mar de coincidencias” entre el “credo” de sus padres en el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el suyo, dentro de la izquierda de la Iglesia Católica latinoamericana. Tenía dos años cuando sus padres, Ana María Lanzillotto y “el Gringo” Domingo Menna, y él fueron secuestrados el 19 de julio de 1976 en Villa Martelli, en la caída de la conducción del PRT. Ana María estaba embarazada. Ramiro –que busca a un hermano o hermana– se hizo cura entre los salesianos. Alguna vez pidió viajar a Africa, porque irse más lejos le permitía estar más cerca de sí mismo. Dejó la congregación para irse a un lugar un tanto menos lejos, en los Llanos de La Rioja, un territorio legendario de la pastoral del obispo Enrique Angelelli, desde donde integra el Frente Riojano de Organizaciones Populares (FROP). “Por mi formación católica, al principio me parecía que por un lado mis papás habían hecho lo que creían por el bien de la gente. Y, por otro, que estaban equivocados. Con el tiempo fui indagando más y formándome políticamente: comprendí mucho mejor lo que significó la lucha del Partido Revolucionario de los Trabajadores en Argentina. Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los setenta.”

La historia de Ramiro vincula en el presente dos escenarios. El juicio que acaba de empezar en San Martín, con sus padres entre las víctimas. Y La Rioja de Angelelli, donde también se está haciendo un juicio por la desaparición de dos sacerdotes durante la última dictadura.

–¿Como se pasa del presente intenso en Chepes a julio de 1976?

–El juicio sobre Campo de Mayo tiene una dimensión muy esperada por todos nosotros como familia, por la cuestión de que quizá, uno no sabe, puede aparecer algún indicio, algo que nos ayude a encontrar a mi hermana o hermano. Desde el presente, esa es la ligazón más fuerte. Uno lo espera con ansiedad. Además, está la visión política de la justicia en tanto que permite conocer la verdad histórica de lo que pasó en Campo de Mayo con estas personas en particular, pero alimentando la pintura total de la dictadura en nuestra Argentina. Eso ayuda a entender lo que es una sociedad desigual como la latinoamericana, con una elite dominante que recurre a las herramientas que tenga a mano para mantener su situación de privilegio. En los ’70, tuvieron la posibilidad de instalar una dictadura que protegía sus intereses, hoy no la tienen pero no es que no la deseen. Los juicios van desnudando esto: hasta qué punto pueden llegar...

–¿Qué pasó con vos?

–Cuando mamá desaparece, el 19 de julio de 1976, yo tenía dos años y ella estaba embarazada de unos ocho meses. Desaparece con esa panza y hay distintas versiones del circuito que siguió. Probablemente terminó en Campo de Mayo, no se sabe si pasó por el Vesubio. Patricia Erb, que estaba en Campo de Mayo, atestigua que mamá dio a luz. No se sabe si varón o mujer, pero dio a luz, porque entre las compañeras presas corrió la voz: “La mujer del Gringo dio a luz”, decían.

–¿Cómo te sacan a vos?

–Un tío mío, Cholo (Carlos Mario Lanzillotto), abogado, viviendo en La Rioja empieza a averiguar dónde podía estar su hermana el marido de su hermana y yo. O sea mamá, papá y yo. El tío Cholo estudió en Córdoba y creo que un amigo de ahí le dio el dato de alguien de la Justicia de la provincia de Buenos Aires. Ese hombre le cuenta: “Mirá, de tu hermana y el marido, olvidate, olvidate porque nadie te va a decir nada, ni dónde están, ni nada”, pero le pasó el dato de dónde estaba yo. Tenía que ir a buscarme a un juzgado federal o una guardería policial, creo que en San Martín.

–Si es ahí, puede ser el mismo lugar donde dejaron a Victoria Montenegro.

–Yo estuve desde el 19 de julio hasta el 8 o 10 de agosto. En el medio, fijate vos, desaparecen los curas de Chamical, lo asesinan a Wenceslao Pedernera el 25 de julio y a monseñor Angelelli el 4 de agosto. El 8, mi tío se entera, viaja a Buenos Aires, también viaja mi tía Quela, una hermana de mi mamá a quien mi mamá le había dicho: “Mirá, si me llega a pasar algo a mí, por favor hacete cargo de Ramiro”. Quela (Nidia Lanzillotto) hizo las gestiones con el tío Cholo para sacarme de la guardería. Hasta ahí estamos, pero de mamá, de papá y del bebé de mamá, nada.

–¿Y vos?

–Pasan los años, yo me entero a los 13 o 14 años que era hijo de desaparecidos. Me crié con mis tíos pensando que era hijo de ellos. Pero según me explicó un psicólogo de Abuelas, fueron mecanismos de defensa de mi psicología: tratar de guardar en un lugar bien oscuro de la conciencia toda esa parte y no recordar nada, fue una manera de defenderme de cosas que me podían hacer mucho daño. Quela me crió. Vivimos en Carmen de Patagones. Me cuenta que cuando yo recién llegué tenía pesadillas. “Ani, Ani, mamá, mamá”, decía a la noche. Me despertaba y Quela entonces venía y me preguntaba si quería hablar de mi mamá. Yo le decía que no, que no. Hundía la cabeza en la almohada y me volvía a dormir. De a poquito al parecer desdibujé la idea de que tenía una mamá porque le empecé a decir mamá a Quela. Los psicólogos aconsejaron a mis tíos que me provean sólo de la información que yo solicitara, pero no más que eso, porque yo iba a preguntar lo que podía manejar. Cuando llego a los 13 años sin hacer preguntas, convencido de que mis primos eran mis hermanos, les aconsejan que me digan la verdad.

–¿Cómo fue con eso?

–Fue como una película, no me parecía una historia real. No se me encarnó hasta que no pasaron años. No hubo reacción violenta ni nada, lo tomé muy bien. Tenía más o menos conciencia de lo que había sido la dictadura y por mi formación católica la historia de mis papás, al principio, por un lado me parecía que habían hecho lo que creían por el bien de la gente. Y por otro, me parecían equivocados. Con el tiempo, fui indagando y formándome políticamente. Si bien no perdí mi fe, soy creyente y militante de la iglesia Católica latinoamericana, que no es la romana, fui comprendiendo mucho mejor lo que significó la lucha del PRT, junto con otros movimientos revolucionarios y de izquierda en América latina. Y la verdad es que cada vez menos creo que se equivocaron ellos en algo, en su militancia. Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los setenta.
A Etiopía

En Carmen de Patagones, Quela trabajaba en Cáritas con un compromiso que Ramiro recupera en clave política. Levantaron una guardería en uno de los barrios más pobres comprometiendo al gobierno de la provincia con los sueldos de los docentes. Ramiro creció y se formó en el movimiento juvenil de los salesianos desde donde lee otra huella de su formación: participó como delegado del movimiento en instancias de organización local, regional y nacional. Había grupos misioneros con trabajo en las comunidades mapuches de la cordillera. Los de Oratoria, en las villas de Bahía Blanca. “Muchos chicos de clase media entraban en contacto con una realidad que no conocían, al comienzo los shockeaba pero después los terminaba por comprometer”, dice. Se hizo cura salesiano. Pidió ir a una misión en Etiopía en el norte de Africa. “Uno a veces se va lejos para estar más cerca, para encontrar lo que realmente le importa, mi experiencia en Etiopía fue inolvidable”, aunque ahí dejó la congregación porque “sentí cosas de la estructura eclesial que me incomodaban, me hacían ruido; en mi divorcio con los salesianos conocí a Dillawork, que hoy es mi mujer”. Ramiro, Dillawork, dos hijos y uno que está a punto de nacer viven en Chepes, un pueblo en el interior de La Rioja adonde llegó por una propuesta de Rafael Sifre, compañero del movimiento rural de Pedernera y Angelelli.

Ahora es profesor de física y química en un bachillerato de jóvenes y adultos en Ulapes, a 60 kilómetros de Chepes. Va tres veces por semana. Y pone parte del empeño en AecheLar, la Asociación de Emprendedores de Chepes que nació como cooperativa de trabajadores para potenciar criterios populares, parar la olla y a la vez desarrollar un proyecto económico sustentable en la región, dice él. La organización tomó forma sociopolítica. Abrieron FM La Tusca y la Cooperativa El Monte. La Tusca es parte de la red de medios de comunicación alternativa y canal de expresión sin condicionantes gubernamentales ni privados, dice. Un medio para denunciar efectos de la megaminería y sostener articulaciones con otras organizaciones. La cooperativa trabaja el cuero a partir del cabrito: “Parte de la producción genuina del pequeño productor de los Llanos que vende la carne pero desperdicia mucho el cuero”. Desde ahí, integran el FROP para articular con otros proyectos que ahora piensan en la construcción de una alternativa popular para disputar poder real en el escenario político de la provincia.

–Tu vida después, ¿no tiene algo de espejo con tus viejos?

–Puede ser. De chico en Patagones, sinceramente, aun antes de entender un poco cómo funciona el mundo de lo político, vivía en una familia que tenía un compromiso social. Quela laburaba mucho desde la Iglesia. Yo aprendo eso también. Pero conocer el compromiso de mis viejos y al mismo tiempo por mi militancia católica latinoamericana, uno descubre un mar de coincidencias. Toda una Iglesia comprometida con la construcción de una sociedad más justa que se convierte en mártir; que fue asesinada sistemáticamente, pero que sigue en lucha, que no se rinde. Y mis viejos, por otro lado, que creían en un proyecto de país muy distinto, lucharon, empujaron para que eso surgiera, se hiciera realidad en nuestra tierra y cayeron en medio de esa lucha. Cuando vos hablás de espejo, yo me siento muy identificado con muchas de las ideas que están en el credo, por decirlo así, del PRT. La necesidad de construir una sociedad fuerte, orientada según los intereses de los trabajadores, en línea quizá con lo que dice Hugo Chávez: un socialismo del siglo XXI que hay que crear. Que todavía no existe. Que no es ninguno de los que hemos visto pero que ciertamente no es capitalismo.

–¿En estos años supiste algo de tu posible hermano o hermana?

–En el marco de mis preguntas, en algún momento me fui enterando de que mi mamá estaba embarazada. El primer contacto con el tema fue cuando me saqué sangre, a los 18 o 19 años. Después me fui a Paraguay. Yo estaba viviendo en Trelew con los salesianos. Y salió el dato de que Carolina, hija adoptiva del matrimonio Bianco, tenía la edad y hasta rasgos que podían indicar que podía ser hija de Ana María Lanzillotto, es decir mi hermana. Bianco también tenía a Pablo, que después se supo que era hijo de desaparecidos. Yo viajé a Paraguay en 2000. Vi a Carolina. Ella tenía confianza con los salesianos porque había estudiado en un colegio con ellos. Yo sabía que se había negado a cualquier extracción de sangre, pero quise verla para que accediera, para pedirle por favor. Al final no accedió. Mucho después se lo hizo, y dio negativo (con todo el banco). Después hubo otra chica que podía ser, yo estaba en Etiopía. Pero resultó que tampoco era.

–¿Se lo espera ahora o se lo busca?

–Yo voy a declarar muy probablemente en el juicio. Para declarar de mis padres no puedo ir a decir nada: tenía dos años, no puedo decir quién me agarró a mí o quién me separó de mi madre. Puedo dar testimonio para que se vea cómo puede repercutir la acción del terrorismo en la vida de una persona, pero además vale por esto: quizá tenga su repercusión en alguna persona concreta que por ahí abra una puerta. Yo tengo 38 años, mi hermana o hermano tendría que tener 36, si me está escuchando debería saber que todos los especialistas coinciden en el hecho de que la verdad te va a hacer libre. Después vos podés criticar a tus viejos, si querés. Que se equivocaron, que no; porque a lo mejor mi hermana o hermano tenga construido un pensamiento totalmente de derecha, qué sé yo. Pero más allá de eso, conocer la verdad en tu historia es clave, de ser feliz y hacer feliz a otro.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Cristina Murias, la hermana de Carlos, el cura asesinado en La Rioja

Dos muertes como mensaje a Angelelli

Empieza en La Rioja el juicio por el homicidio de Carlos Murias y Gabriel Longueville, los dos sacerdotes que trabajaban con el obispo Angelelli, quien investigó sus muertes y también fue asesinado.

Por Alejandra Dandan

Desde La Rioja

“Para mí lo que pretendieron cuando matan a Carlitos y a Gabriel es darle un mensaje al obispo: un mensaje para que se calle la boca, porque cuando hace la misa de cuerpo presente Angelelli dice: ‘Me pegaron donde más me dolía’”, dice Cristina Murias, la hermana de Carlos, uno de los dos curas mártires de Chamical. “Angelelli hizo la misa. Lloraba a moco tendido, no se preocupaba. ¡Cómo lloraba desde el púlpito! Y decía: ‘¡Donde más me dolía! Porque a Carlitos yo lo conocía desde los 12 años y yo lo ordené!’. Por eso yo creo que empiezan por Carlitos, y aparte porque los tenían a mano.”

Treinta y seis años después empieza el juicio por el asesinato de los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, parte de la pastoral del obispo Enrique Angelelli, en una parroquia de Chamical. Los secuestraron el 18 de julio de 1976, los tuvieron en la Base de la Fuerza Aérea del pueblo y arrojaron los cuerpos muertos dos días después con los ojos vendados y marcas brutales de tortura. Angelelli, que había ordenado a Carlos en Buenos Aires, celebró la misa de cuerpo presente. Cinco días más tarde fusilaron a un laico y quince después ejecutaron al obispo en el falso accidente de ruta que la Iglesia siempre ocultó junto con una carpeta con las investigaciones de los crímenes. El juicio empieza en una trampera llena de pedidos y contrapedidos de los dos acusados para que se detenga. Pero finalmente estamos aquí. La persecución a la pastoral y el trabajo de los curas por las tierras con el movimiento campesino será eje del juicio.

–¿Carlos había recibido amenazas?

–El 24 de marzo lo que empezó fueron las detenciones. Dos curas fueron detenidos, pero lo que hacían eran detenerlos en la ruta cuando iban de un lado a otro, les hacían parar el auto. Los tenían cuatro o cinco horas interrogándolos y los dejaban ir. También con las monjas. Después los citaban a la Base. A Carlitos lo citaron en junio, lo sé por él. Lo acompañó otro cura. Le dijeron: “¡Qué cristianismo es el de ustedes! ¡Eso no es cristianismo!”. Entre marzo y junio hubo muchas citaciones. Después vino Augusto Pereyra, lo citan, no va y caen a buscarlo a la casa de una feligresa. Y tiene que ir. Decían que Chamical era un nido de guerrilleros. Ahora yo creo que Carlitos lo presentía.

–¿Por qué?

–Lo vimos en junio (en Córdoba) cuando murió papá. Le dijimos que se cuidara. “No creo que se animen con un obispo”, nos dijo. Cuando vuelve a Chamical, aparece De Tomasso (alguien cuyo nombre está en la causa, ligado a otra escena en la que un comodoro de apellido Bario aparece a comienzos de los ’70 como dueño de una extensión de 68 mil hectáreas en el oeste de Chamical. Carlos, Gabriel y Angelelli trabajaban con los campesinos ahí para intentar alguna organización contra los que querían embaucarlos. Aquel De Tomasso reapareció en Córdoba mientras se llevaban adelante esos trabajos). Un día nos dijo: “¡Díganle a su cuñado que se calle la boca!”. Esa noche fuimos al teléfono de mi mamá. Llamamos a Carlitos y nos dijo: “No vuelvan a llamar a la parroquia, ni me hablen desde lo de mami. No importa, nosotros ya sabemos”. ¡Cómo no iban a saber, si la Base estaba enfrente de la parroquia! O sea, no había que decirles a los militares qué hacían ellos.

–Un día antes del secuestro Carlos dio una misa.

–Cuentan las feligresas que va a dar misa en la parroquia de Santa Bárbara. Y cuando termina la misa dice: “Recen por este cura que está amenazada la vida”. Cuando (uno de los dos acusados del juicio, el ex comisario Domingo Benito) Vera las cita a declarar, le cambian lo que dicen. Vera siempre manejó la causa, desde el primer momento.

–¿Cómo vive este momento?

–Con una terrible ansiedad, con mucha angustia porque en esta provincia somos minoría y esperando que al final salga la verdad. Durante todos estos años he tratado de aportar todo. Pero estoy esperando, esperando que al final el bien triunfe sobre el mal.

–¿La angustia es por lo que usted llama blindaje político de los acusados?

–Yo veo que Vera, oriundo de Chamical y del que todo el mundo sabe que estuvo ahí, porque lo vieron, porque dejó de ir a la Iglesia, nunca estuvo preso en estos 36 años. Tiene parientes en la cámara de Chamical; su abogado los tiene en el superior tribunal, y así. Yo veo que tiene mucho respaldo político. Y la angustia es porque ya en una oportunidad la Justicia provincial hizo un juicio con sólo dos imputados (dos ex convictos); ningún juez encontró conexiones locales, fueron absueltos y terminamos prácticamente con nosotros imputados. Ahora me da miedo de que pase lo mismo, pero me alientan los abogados, la querella de la Secretaría de Derechos Humanos y el fiscal de Córdoba.

Cristina acaba de llegar de Córdoba con su hermana. Revuelve unas carpetas y desde adentro de una bolsa saca dos fotos chiquitas en blanco y negro. El cura Carlos bautiza a uno de sus hijos. Era enero de 1976. En la foto Carlos la abrazó: “A mí me dijeron que ese abrazo me iba a acompañar toda la vida –dice–, así, acá, me lo imagino en el juicio”.

domingo, 5 de agosto de 2012

Carta a Mariano


Por Agustín Fabbricatore *

Antes de empezar pido disculpas si en esta carta escribo con algún error, me voy a remitir a lo que mi memoria conserva de vos.

Querido Mariano:

Tuve la oportunidad de conocerte en aquel año 2010 recorriendo y militando los pasillos del CBC de Avellaneda. Esa sede en la cual siempre estuviste, desde que empezaste a militar con tu hermano. Tuvimos la oportunidad de intercambiar algunas charlas en esas largas tardes de frío y de sol, cuando la actividad y la cantidad de estudiantes era menor. Vos en la mesa del PO y yo en la de Sur, que están una al lado de la otra.

Me has contado de tu hermano mayor, de la vez que él fue al Puente Pueyrredón aquel 26 de junio de 2002 y vos no porque promediabas la secundaria y eras chico. Es más, si la memoria no me falla, fuiste su cómplice para que tus viejos no se enteraran de que había ido frente al peligro de una represión.

Recuerdo tu pasión por la música, tu intento fallido de irte a vivir con una chica con la cual salías. De mi parte pude contarte de mi militancia y mis comienzos en el centro de estudiantes del colegio, y hasta de mis diferencias políticas con mi viejo.

Como compañeros de diferentes organizaciones políticas, hemos debatido sanamente nuestras diferencias, vos aplicando la revolución permanente y yo, la liberación nacional. Diferencia de la cual partía cualquier análisis de la coyuntura actual. Me acuerdo de tu compañero Mauro, muy puesto en poder entender nuestra estrategia. Lo conservo como un buen recuerdo.

Antes de tu última movilización, Mauro me pidió que le cambiara el horario de laburo en la fotocopiadora para poder ir al corte de las vías.

El día en que ese asesino a sueldo se llevó tu vida no me lo voy a olvidar nunca. Me llama un compañero para contarme de esta nefasta noticia, por tener la cabeza en otra cosa no me había caído la ficha, hasta que prendí la televisión al rato. Vi tu cara en cada canal, en esa ambulancia, imágenes que realmente me shockearon. Puteé, bronca e impotencia me generó verte siendo víctima de estos burócratas sindicales que siguen enquistados.

Yo estaba con mi vieja, le conté que ese pibe que estaba viendo en la tele era el pibe con el que todos los días compartía un mate en el CBC. En ese mismo momento, Mariano, pasaste a ser una causa de todos, una lucha común contra la impunidad que no queremos que siga pasando. Al día de hoy, mi vieja recuerda mi angustia. Porque te pasó a vos, pero sabemos que nos podría haber pasado a cualquiera de los que dejamos la vida por una causa que creemos justa y por transformar la realidad. Los enemigos son poderosos y un asesinato no es un límite para ellos.

Al toque salí al punto de concentración de la marcha, que se organizó en ese mismo momento. Sentí una sensación rara en ese viaje, muchas cosas se me vinieron a la cabeza, era una mezcla de dolor y de que todavía no lo podía creer. Apenas llegué, busqué a tus compañeros del CBC, se me hundió el pecho, se me aflojaron las piernas cuando los vi. Llantos, dolor, no me salieron palabras, no sabía qué decirles, el dolor fue más fuerte que todos nosotros. De Callao y Corrientes marchamos llenos de bronca a Constitución.

Todo el CBC te recordó, los profesores sacaban a los cursos para participar de las asambleas, los estudiantes te recordaban, los chicos que atendían el bar y la fotocopiadora te escribían cartas, pegábamos imágenes tuyas por todos lados. La sede fue víctima de un silencio desolador, muy contundente, nunca la había visto así. Porque se llevaron impunemente a un pibe sencillo, como uno.

De ahí en más la historia es la que más o menos todos conocemos...

En el inicio del juicio oral y público, los que tenemos un buen recuerdo tuyo y luchamos por un mundo más justo estaremos presentes para exigir JUSTICIA POR MARIANO.

* Miembro de la agrupación Sur, del CBC de Avellaneda.