martes, 15 de noviembre de 2016

El caído del cielo" recrea la historia de un militante del ERP convertido en santo popular

“El caído del cielo”, un filme de Modesto López se estreno ayer jueves en el Gaumont, y estará en cartelera una semana, narra la increíble historia de Tomás Francisco Toconás, un campesino tucumano que en 1975 se unió a las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo y fue convertido en santo popular por los pobladores de la localidad santiagueña de Pozo Hondo, lugar donde su cadáver fue arrojado desde un helicóptero militar tras haber sido torturado.

A través del mito nacido en Pozo Hondo, López se aboca a la búsqueda de la identidad de aquel militante popular secuestrado por las Fuerzas Armadas en pleno Operativo Independencia y lanzado desde el cielo -tal vez como advertencia del horror que se avecinaba en la Argentina-, mientras sus hijos quedaban en la calle y su esposa era sistemáticamente violada y obligada a lavar la ropa de sus secuestradores.

Sin saber de quién se trataba, los pobladores del lugar convirtieron al caído del cielo en un santo popular, a quien le iban a rezar para pedir deseos y milagros, pero 37 años después un grupo de antropólogos forenses fue convocado para investigar la verdadera historia y darle identidad a los restos de quien en vida fuera Tomás Francisco Toconás.

“Toconás era un hombre muy humilde, cortador de leña, que vivía con su mujer y sus seis hijos cerca de un río pegado a Santa Lucía, en Tucumán. Me llamó mucho la atención que los militares se ensañaran tanto con un hombre tan humilde y su familia, ya que le quemaron el rancho, a la mujer la violaron permanentemente, y para sembrar el terror en la zona lo tiraron desde un helicóptero”, recordó López en diálogo con Télam.

“En general uno habla de los grandes héroes latinoamericanos, pero pocas veces se habla de estas personas desconocidas que dieron su vida por un futuro mejor y que ayudaron a que esos héroes existieran. Toconás fue un héroe anónimo, que todos los días contribuía a mejorar las cosas, gente que a veces no vemos, pero vive y sueña. Quería destacar que, cómo él, muchos desconocidos trabajan por hacernos la vida un poco mejor”, afirmó

sábado, 5 de noviembre de 2016

30 octubre 2016 : Baldosa para Hernán Abriata

 Con una nutrida concurrencia de familiares y compañeros, se colocó una baldosa en homenaje a Hernán Abriata. 
Estuvo junto a sus hijas y nietos, Betty, la mamá de Hernán, que no ha dejado de exigir justicia por Hernán, y reclamar denodadamente por la extradición del genocida Mario Sandoval quién participara activamente en el secuestro de Hernán, y que se encuentra actualmente en Paris.En este sentido, se está realizando diversas gestiones en el Parlamento Europeo, con el objetivo de impedir que un genocida viva impunemente, y que responda ante la justicia argentina, donde se desarrolla la causa por la desaparición de Hernán Abriata






sábado, 1 de octubre de 2016

Rememorando dignidad... continuando con los principios y la lucha

Un escrache personal

Reconoció a Scheller, segundo del Tigre Acosta. Se le acercó y lo denunció en  público. La gente insultó al represor, que calló.

El capitán Raúl Scheller, o Mariano o Pingüino (camisa a cuadros), rodeado de amigos.
Respondió cuando lo llamaron por su alias. Después cruzó las manos y no dijo ni hizo nada más.

Por Felipe Yapur

Los dos hombres caminaron lo más rápido que podían por Rivadavia frente a la Plaza de los Dos Congresos sin decir una sola palabra. Cuando se alejaron unos metros de la esquina de Rodríguez Peña, se dieron vuelta y miraron hacia el bar Start Café, y sonrieron. “Lo hicimos Quique, por fin lo hicimos. Escrachamos al asesino, al hijo de puta de Scheller. El que nos torturó”, gritó Carlos al tiempo que se abrazaba con su viejo amigo Enrique Fukmam. Parecían adolescentes pero no lo eran, son ex detenidos desaparecidos que descubrieron por casualidad al hombre que los torturó en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y, tras veinte años de espera, se encontraron con el capitán Raúl Scheller o Mariano o Pingüino, como se hacía llamar cuando personalmente torturaba a los desaparecidos. Le gritaron y se sacaron la bronca por la picana, la capucha y el asesinato de miles de personas que, como ellos, pasaron por el principal campo de concentración de la Marina y no tuvieron la suerte de sobrevivir.

“Pensar que esa bestia solía acercarme y llamarme ‘sojuzgado’. Ni por el número que nos daban cuando nos chuparon me llamaba. No te imaginás lo bestia que era cuando estaba desatado. Torturaba con una saña que el Tigre Acosta parecía un niño de pecho”, recordó Carlos, un ex militante montonero que pidió mantener su apellido en reserva y que permaneció detenido junto a su mujer Lita y su hijo Rodolfo de 20 días durante dos años y medio en la ESMA, mientras se apoyaba en una columna de luz. “Estoy tomando conciencia de lo que hice”, le aseguró a Página/12 sin poder contener las lágrimas y, haciendo un esfuerzo, intentó describir a Scheller: “Metía miedo, terror. Imaginate, todos los que estábamos allí temblábamos cuando teníamos puesta la capucha y escuchábamos su voz”.

El capitán Raúl Scheller supo muy bien cómo imponer el terror. Fue un alto oficial de inteligencia del grupo de tareas 3.3.2 que funcionó en la ESMA y el segundo del hoy prófugo Jorge “Tigre” Acosta. Fue el responsable de la desaparición de las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, tenía una lista con el destino de las mujeres embarazadas y de sus hijos. Hasta 1987 estuvo detenido con prisión preventiva rigurosa y fue desprocesado por la ley de Obediencia debida.

Ayer Scheller, el torturador, estaba compartiendo una mesa de café con cuatro amigos. Todos parecían ex colegas del marino y, tal vez, se habían encontrado para despedir el año. Hablaban tranquilos, serios y nada ni nadie los distraía. El grupo estaba ubicado en la primera mesa del bar, Scheller se encontraba frente a la puerta y sentado entre dos de sus camaradas. Estaba literalmente entrampado porque cuando se acercó Carlos no pudo moverse y aceptó casi con resignación que lo habían descubierto.

–¿Mariano?, –lo llamó Carlos desde la cabecera de la mesa.
–Sí.
Respondió débilmente y sorprendido el marino, entonces quedó petrificado. En ese momento Scheller se dio cuenta de que, tal vez por la impunidad de que gozó durante tantos años, había perdido los reflejos al responder al nombre de guerra que usó durante los años en que era el dueño de la vida y la muerte de los que pasaron por la ESMA.

Carlos ya no dudó y a los gritos lo escrachó: “Vos sos Mariano, el Pingüino, el capitán Schilling, sos el torturador de la ESMA, sos el maldito hijo de puta que me torturó”. Scheller o Schilling, como alguna vez se lo conoció, se mantuvo en silencio. Sorpresivamente sus cuatro compañeros también. Fue en ese momento que Enrique Fukmam, amigo de Carlos, viejo militante de la Juventud Peronista y ex detenido en la ESMA, lo encaró al torturador y le dijo: “¿No decís nada ahora, torturador?”, se dio vuelta y se dirigió a las otras mesas, “ustedes están compartiendo su comida con un asesino, con un secuestrador de embarazadas y de niños”. Nadie pudo abstraerse de lo que sucedía y algunos de los parroquianoscomenzaron a decirle: “¡Asesino!”. Los gritos llegaron hasta la calle que atrajo a los transeúntes que no dudaron en plegarse al escrache. 

Sólo dos voces se levantaron en favor del marino cazado. Primero fue uno de los camaradas de Scheller que atinó a levantarse y haciendo esfuerzo para no gritar les dijo a Carlos y a Quique: “Bueno, ya está. Ya se dieron el gusto, ahora váyanse”. Esto enardeció a los dos ex detenidos que volvieron contra el hombre que los torturó y fue en ese momento que se acercó el encargado del bar y con un sesgo de bronca les comentó: “Ya está, ya lo hicieron. ¿Están contentos?, bueno ahora les pido que se vayan porque ponen en riesgo mi laburo”.

Hoy Scheller integra la lista de los 152 militares que son investigados por el juez español Baltasar Garzón y ya no podrá tomar tranquilo café en los bares de Buenos Aires. Tal vez será por eso que hace poco pidió la baja a la Marina. Ya había tenido suerte en 1991 cuando lo ascendieron a capitán de navío. Aunque parece ser exactamente lo que es, es abogado, se recibió en la Universidad de Belgrano en 1992, pero no ejerce porque solicitó la suspensión de su matrícula. Carlos, por su lado, siente que está un poco más en paz: “Hace tiempo me topé con Alfredo Astiz en Mar del Plata y quedé paralizado. Sentí vergüenza por no haberle dicho nada. Cuando lo vi a Scheller no dudé, no niego que tuve miedo pero recordé el día que me torturaron y por no hablar me pusieron a mi hijo de 20 días sobre mi cuerpo y nos dieron picana”. Después, Carlos se disculpó, apagó su cigarrillo número diez en una hora y se marchó porque debía seguir trabajando.
 

domingo, 14 de agosto de 2016

Las Madres de Plaza de Mayo celebran 2.000 rondas

Beatriz tiene 89 años y toda la plaza la aplaude cuando circula asistida por un andador. Apenas puede caminar pero su lucha continua. Ahora, para que Francia extradite por fin al asesino de su hijo Hernán, tal como se lo pidieron en una carta al presidente Francois Hollande durante su visita reciente a Argentina. El genocida Mario Alfredo Churrasco Sandoval fue asesor de seguridad del exmandatario Nicolás Sarkozy y hoy vive libremente en París. La justicia argentina envió el pedido de extradición pero Francia se pronunció en forma contradictoria y el trámite está frenado.

“En las primeras rondas estábamos nosotros solas”, recordó Beatriz , “Una vez, el 24 de diciembre, estábamos acá y nos echaron a los milicos (militares). Empezamos a caminar por Florida y llegamos a una esquina donde estaban esperándonos con armas y nos dijeron que tenían orden de tirar. En otras oportunidades se nos acercaban y nos decían que nuestros hijos ya estaban todos muertos, que era absurdo que siguiéramos con las rondas”, contó. Sin embargo ellas siguieron “circulando”. La obstinación les dio otro ápodo, esta vez más despectivo: el de locas. Pero como alguna vez dijo el escritor uruguayo Eduardo Galeano, “en Argentina, las locas de la Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria”