–¿Y vos?
–Pasan los años, yo me entero a los 13 o 14 años que era hijo de desaparecidos. Me crié con mis tíos pensando que era hijo de ellos. Pero según me explicó un psicólogo de Abuelas, fueron mecanismos de defensa de mi psicología: tratar de guardar en un lugar bien oscuro de la conciencia toda esa parte y no recordar nada, fue una manera de defenderme de cosas que me podían hacer mucho daño. Quela me crió. Vivimos en Carmen de Patagones. Me cuenta que cuando yo recién llegué tenía pesadillas. “Ani, Ani, mamá, mamá”, decía a la noche. Me despertaba y Quela entonces venía y me preguntaba si quería hablar de mi mamá. Yo le decía que no, que no. Hundía la cabeza en la almohada y me volvía a dormir. De a poquito al parecer desdibujé la idea de que tenía una mamá porque le empecé a decir mamá a Quela. Los psicólogos aconsejaron a mis tíos que me provean sólo de la información que yo solicitara, pero no más que eso, porque yo iba a preguntar lo que podía manejar. Cuando llego a los 13 años sin hacer preguntas, convencido de que mis primos eran mis hermanos, les aconsejan que me digan la verdad.
–¿Cómo fue con eso?
–Fue como una película, no me parecía una historia real. No se me encarnó hasta que no pasaron años. No hubo reacción violenta ni nada, lo tomé muy bien. Tenía más o menos conciencia de lo que había sido la dictadura y por mi formación católica la historia de mis papás, al principio, por un lado me parecía que habían hecho lo que creían por el bien de la gente. Y por otro, me parecían equivocados. Con el tiempo, fui indagando y formándome políticamente. Si bien no perdí mi fe, soy creyente y militante de la iglesia Católica latinoamericana, que no es la romana, fui comprendiendo mucho mejor lo que significó la lucha del PRT, junto con otros movimientos revolucionarios y de izquierda en América latina. Y la verdad es que cada vez menos creo que se equivocaron ellos en algo, en su militancia. Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los setenta.
A Etiopía
En Carmen de Patagones, Quela trabajaba en Cáritas con un compromiso que Ramiro recupera en clave política. Levantaron una guardería en uno de los barrios más pobres comprometiendo al gobierno de la provincia con los sueldos de los docentes. Ramiro creció y se formó en el movimiento juvenil de los salesianos desde donde lee otra huella de su formación: participó como delegado del movimiento en instancias de organización local, regional y nacional. Había grupos misioneros con trabajo en las comunidades mapuches de la cordillera. Los de Oratoria, en las villas de Bahía Blanca. “Muchos chicos de clase media entraban en contacto con una realidad que no conocían, al comienzo los shockeaba pero después los terminaba por comprometer”, dice. Se hizo cura salesiano. Pidió ir a una misión en Etiopía en el norte de Africa. “Uno a veces se va lejos para estar más cerca, para encontrar lo que realmente le importa, mi experiencia en Etiopía fue inolvidable”, aunque ahí dejó la congregación porque “sentí cosas de la estructura eclesial que me incomodaban, me hacían ruido; en mi divorcio con los salesianos conocí a Dillawork, que hoy es mi mujer”. Ramiro, Dillawork, dos hijos y uno que está a punto de nacer viven en Chepes, un pueblo en el interior de La Rioja adonde llegó por una propuesta de Rafael Sifre, compañero del movimiento rural de Pedernera y Angelelli.
Ahora es profesor de física y química en un bachillerato de jóvenes y adultos en Ulapes, a 60 kilómetros de Chepes. Va tres veces por semana. Y pone parte del empeño en AecheLar, la Asociación de Emprendedores de Chepes que nació como cooperativa de trabajadores para potenciar criterios populares, parar la olla y a la vez desarrollar un proyecto económico sustentable en la región, dice él. La organización tomó forma sociopolítica. Abrieron FM La Tusca y la Cooperativa El Monte. La Tusca es parte de la red de medios de comunicación alternativa y canal de expresión sin condicionantes gubernamentales ni privados, dice. Un medio para denunciar efectos de la megaminería y sostener articulaciones con otras organizaciones. La cooperativa trabaja el cuero a partir del cabrito: “Parte de la producción genuina del pequeño productor de los Llanos que vende la carne pero desperdicia mucho el cuero”. Desde ahí, integran el FROP para articular con otros proyectos que ahora piensan en la construcción de una alternativa popular para disputar poder real en el escenario político de la provincia.
–Tu vida después, ¿no tiene algo de espejo con tus viejos?
–Puede ser. De chico en Patagones, sinceramente, aun antes de entender un poco cómo funciona el mundo de lo político, vivía en una familia que tenía un compromiso social. Quela laburaba mucho desde la Iglesia. Yo aprendo eso también. Pero conocer el compromiso de mis viejos y al mismo tiempo por mi militancia católica latinoamericana, uno descubre un mar de coincidencias. Toda una Iglesia comprometida con la construcción de una sociedad más justa que se convierte en mártir; que fue asesinada sistemáticamente, pero que sigue en lucha, que no se rinde. Y mis viejos, por otro lado, que creían en un proyecto de país muy distinto, lucharon, empujaron para que eso surgiera, se hiciera realidad en nuestra tierra y cayeron en medio de esa lucha. Cuando vos hablás de espejo, yo me siento muy identificado con muchas de las ideas que están en el credo, por decirlo así, del PRT. La necesidad de construir una sociedad fuerte, orientada según los intereses de los trabajadores, en línea quizá con lo que dice Hugo Chávez: un socialismo del siglo XXI que hay que crear. Que todavía no existe. Que no es ninguno de los que hemos visto pero que ciertamente no es capitalismo.
–¿En estos años supiste algo de tu posible hermano o hermana?
–En el marco de mis preguntas, en algún momento me fui enterando de que mi mamá estaba embarazada. El primer contacto con el tema fue cuando me saqué sangre, a los 18 o 19 años. Después me fui a Paraguay. Yo estaba viviendo en Trelew con los salesianos. Y salió el dato de que Carolina, hija adoptiva del matrimonio Bianco, tenía la edad y hasta rasgos que podían indicar que podía ser hija de Ana María Lanzillotto, es decir mi hermana. Bianco también tenía a Pablo, que después se supo que era hijo de desaparecidos. Yo viajé a Paraguay en 2000. Vi a Carolina. Ella tenía confianza con los salesianos porque había estudiado en un colegio con ellos. Yo sabía que se había negado a cualquier extracción de sangre, pero quise verla para que accediera, para pedirle por favor. Al final no accedió. Mucho después se lo hizo, y dio negativo (con todo el banco). Después hubo otra chica que podía ser, yo estaba en Etiopía. Pero resultó que tampoco era.
–¿Se lo espera ahora o se lo busca?
–Yo voy a declarar muy probablemente en el juicio. Para declarar de mis padres no puedo ir a decir nada: tenía dos años, no puedo decir quién me agarró a mí o quién me separó de mi madre. Puedo dar testimonio para que se vea cómo puede repercutir la acción del terrorismo en la vida de una persona, pero además vale por esto: quizá tenga su repercusión en alguna persona concreta que por ahí abra una puerta. Yo tengo 38 años, mi hermana o hermano tendría que tener 36, si me está escuchando debería saber que todos los especialistas coinciden en el hecho de que la verdad te va a hacer libre. Después vos podés criticar a tus viejos, si querés. Que se equivocaron, que no; porque a lo mejor mi hermana o hermano tenga construido un pensamiento totalmente de derecha, qué sé yo. Pero más allá de eso, conocer la verdad en tu historia es clave, de ser feliz y hacer feliz a otro.
ENCUENTRO CON UN SARGENTO
¿Ana dio a luz en Campo de Mayo?
–Desde mi borrosa visión de pueblo del interior, tengo entendido que fue ahí. Una vez tuve una entrevista personal con el sargento Ibáñez. Este Ibáñez fue un suboficial, según cuenta. Nos hizo una cita a mí y a una hija de Robi Santucho en un lugar del gran Buenos Aires. Yo estaba en Ramos Mejía. Tomé un tren y fuimos a parar a una plaza, no me acuerdo cuál, al lado del tren. No sabíamos a quien buscábamos, el tipo nos identificó a nosotros.
–¿Qué pasó?
–Nos preguntó: “¿Ustedes son los hijos de Santucho y Menna?” “Sí”, le dijimos. Y entonces nos sentamos en la plaza. Estaba con otro hombre, desconocemos quién, nos contó lo que quería contar: él nos citó, y él nos contó.
Ibáñez les dijo que el 19 de julio de 1976 él estaba en Campo de Mayo, lo mismo que declaró más tarde en la causa que investiga dónde está el cuerpo de Santucho. Contó que el líder del PRT llegó con un hilo de vida, que intentaron conservarle la vida para interrogarlo, pero no lo lograron. Según Ibáñez, murió poco después, herido de bala. Les dijo aquello de que el cuerpo había sido embalsamado, ubicado en lo que se llamó Museo de la Subversión. Ramiro preguntó por su mamá. El hombre no dijo nada. “No sabemos si es que no sabía y mi mamá no había llegado a ese lugar en ese momento por el embarazo, o en realidad Ibáñez se estaba cuidando.”
–¿Cuándo lo vieron?
–Era el año ’97. Hacía un relato pausado. Estaba con el otro tipo que no sabemos quién es. Se lo veía mal, no bien, como golpeado. Me contó que él llevaba café a los oficiales y cuando lo hacía pasaba por delante de la sala de tortura. Que más de una vez vio a mi viejo diciendo: “¡No lo puedo creer! ¡Me preguntan por la guita!”. “¡Me preguntan por la guita!” Que lo tuvieron bajo tortura durante un tiempo importante y que después llegaron algunos oficiales con cuaderno y lápiz como para hacerle preguntas más de teoría, como si papá les hubiera dado clases de algo. Supongo que le estarían preguntando por la ideología del PRT. Nos dijo que un día vino Santiago Omar Riveros. Entró como loco, como que pasaba algo y a tomar una medida urgente, como si le hubiesen dado una orden para que se los trasladara, que se los matara. Y él dice que fue con una anestesia. Pentotal o Pentonaval, algo así... Me dijo el nombre y todo porque fue quien tuvo que ir buscarlo y llevarlos. Los durmieron y los cargaron arriba de un avión y los tiraron al mar. Liliana Delfino, la mujer de Santucho, estaba con papá. El hombre habló con cierta admiración de los dos.
Villa Martelli
¿Cómo fue Villa Martelli?
–Hay relatos divergentes. Relato A: entró el capitán Juan Carlos Leonetti con datos de alguien que entregó una cita de mi viejo. Se habla de un médico que tenía a su esposa secuestrada y negoció entregar una cita de mi papá. El tipo que era conocido de papá, le pidió una cita urgente totalmente fuera de los protocolos de seguridad del PRT. Papá acude por la confianza que le tiene y porque el hombre se lo pide desesperadamente. El PRT planeaba la fuga de Robi, él no debía haber ido jamás, pero dijo: “No puedo dejar a éste solo”. Y el tipo parece que había vendido la cita. Lo agarran en esa cita falsa, y entre los papeles encuentran una dirección con el lugar donde vivían.
–¿La factura?
–Hablan del alquiler de un nebulizador. Debía ser para mí o para el hijo de Benito (Urteaga) porque éramos los chiquitos que estábamos ahí, capaz que andábamos con tos. No sabían qué se iban a encontrar pero se encontraron con lo que se encontraron. Cae papá primero y todo el resto: Benito Urteaga, Robi Santucho, mamá, Liliana Delfino y no me acuerdo si Fernando Gertel.
–¿El otro?
–Que alguien vende la casa y que primero los agarran a todos, menos a papá. Que papá se va a la cita y cuando vuelve lo esperan con una ratonera. O sea que papá entra, abre la puerta y los milicos estaban esperando adentro. Esta versión es la primera que me cuentan a mí, me la contó (Enrique) Gorriarán Merlo, preso en Devoto, lo visité un par de veces, charlamos un montón. La versión A, en cambio, es la que ahora está manejando la causa y, según dice Pablo Llonto, es la más probable. Y yo creo que es la más probable, capaz en el juicio se pueda reconstruir exactamente.
Los Lanzillotto y los Menna
Los abuelos de Ramiro tuvieron nueve hijos, dos murieron poco después de nacer, y a los otros él los nombra como “sobrevivientes de la niñez”, como si la condición de sobrevivientes los hubiese seguido marcando. Tito es Carlos Alberto Lanzillotto, el mayor, profesor de filosofía y letras, preso en Sierra Chica durante la dictadura. Cholo es Carlos Mario, abogado de presos políticos; se quedó en La Rioja, persiguieron y amenazaron a toda su familia. Nena es Alba Rosa, militante de la Iglesia de Angelelli, el día del golpe fue detenida y liberada a los pocos días, se exilió con su marido, el poeta Ariel Ferraro, y sus dos hijos. Quela es Nidia, que lo crió. Beba, que es María Isabel, se casó con el Pocho Délfor Brizuela, los allanaron y persiguieron, les colocaron una bomba que aunque estalló solo causó daños materiales. Ani era Ana María y Tina, María Cristina, su hermana melliza. Las dos militaron en el PRT, están desaparecidas. En el 2006 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó a Tina y en 2011 a su esposo, Antorcha Santillán o Carlos Benjamín “Cacho”. Los abuelos Me-nna, Pánfilo e Irma, tuvieron dos hijos: Domingo y Raquel, los dos militaron en el PRT, los dos están desaparecidos. Raquel tuvo tres hijos.
–Pasan los años, yo me entero a los 13 o 14 años que era hijo de desaparecidos. Me crié con mis tíos pensando que era hijo de ellos. Pero según me explicó un psicólogo de Abuelas, fueron mecanismos de defensa de mi psicología: tratar de guardar en un lugar bien oscuro de la conciencia toda esa parte y no recordar nada, fue una manera de defenderme de cosas que me podían hacer mucho daño. Quela me crió. Vivimos en Carmen de Patagones. Me cuenta que cuando yo recién llegué tenía pesadillas. “Ani, Ani, mamá, mamá”, decía a la noche. Me despertaba y Quela entonces venía y me preguntaba si quería hablar de mi mamá. Yo le decía que no, que no. Hundía la cabeza en la almohada y me volvía a dormir. De a poquito al parecer desdibujé la idea de que tenía una mamá porque le empecé a decir mamá a Quela. Los psicólogos aconsejaron a mis tíos que me provean sólo de la información que yo solicitara, pero no más que eso, porque yo iba a preguntar lo que podía manejar. Cuando llego a los 13 años sin hacer preguntas, convencido de que mis primos eran mis hermanos, les aconsejan que me digan la verdad.
–¿Cómo fue con eso?
–Fue como una película, no me parecía una historia real. No se me encarnó hasta que no pasaron años. No hubo reacción violenta ni nada, lo tomé muy bien. Tenía más o menos conciencia de lo que había sido la dictadura y por mi formación católica la historia de mis papás, al principio, por un lado me parecía que habían hecho lo que creían por el bien de la gente. Y por otro, me parecían equivocados. Con el tiempo, fui indagando y formándome políticamente. Si bien no perdí mi fe, soy creyente y militante de la iglesia Católica latinoamericana, que no es la romana, fui comprendiendo mucho mejor lo que significó la lucha del PRT, junto con otros movimientos revolucionarios y de izquierda en América latina. Y la verdad es que cada vez menos creo que se equivocaron ellos en algo, en su militancia. Cada vez es más pequeño el margen de crítica que tengo de lo que hicieron mi viejo y mi vieja durante los setenta.
A Etiopía
En Carmen de Patagones, Quela trabajaba en Cáritas con un compromiso que Ramiro recupera en clave política. Levantaron una guardería en uno de los barrios más pobres comprometiendo al gobierno de la provincia con los sueldos de los docentes. Ramiro creció y se formó en el movimiento juvenil de los salesianos desde donde lee otra huella de su formación: participó como delegado del movimiento en instancias de organización local, regional y nacional. Había grupos misioneros con trabajo en las comunidades mapuches de la cordillera. Los de Oratoria, en las villas de Bahía Blanca. “Muchos chicos de clase media entraban en contacto con una realidad que no conocían, al comienzo los shockeaba pero después los terminaba por comprometer”, dice. Se hizo cura salesiano. Pidió ir a una misión en Etiopía en el norte de Africa. “Uno a veces se va lejos para estar más cerca, para encontrar lo que realmente le importa, mi experiencia en Etiopía fue inolvidable”, aunque ahí dejó la congregación porque “sentí cosas de la estructura eclesial que me incomodaban, me hacían ruido; en mi divorcio con los salesianos conocí a Dillawork, que hoy es mi mujer”. Ramiro, Dillawork, dos hijos y uno que está a punto de nacer viven en Chepes, un pueblo en el interior de La Rioja adonde llegó por una propuesta de Rafael Sifre, compañero del movimiento rural de Pedernera y Angelelli.
Ahora es profesor de física y química en un bachillerato de jóvenes y adultos en Ulapes, a 60 kilómetros de Chepes. Va tres veces por semana. Y pone parte del empeño en AecheLar, la Asociación de Emprendedores de Chepes que nació como cooperativa de trabajadores para potenciar criterios populares, parar la olla y a la vez desarrollar un proyecto económico sustentable en la región, dice él. La organización tomó forma sociopolítica. Abrieron FM La Tusca y la Cooperativa El Monte. La Tusca es parte de la red de medios de comunicación alternativa y canal de expresión sin condicionantes gubernamentales ni privados, dice. Un medio para denunciar efectos de la megaminería y sostener articulaciones con otras organizaciones. La cooperativa trabaja el cuero a partir del cabrito: “Parte de la producción genuina del pequeño productor de los Llanos que vende la carne pero desperdicia mucho el cuero”. Desde ahí, integran el FROP para articular con otros proyectos que ahora piensan en la construcción de una alternativa popular para disputar poder real en el escenario político de la provincia.
–Tu vida después, ¿no tiene algo de espejo con tus viejos?
–Puede ser. De chico en Patagones, sinceramente, aun antes de entender un poco cómo funciona el mundo de lo político, vivía en una familia que tenía un compromiso social. Quela laburaba mucho desde la Iglesia. Yo aprendo eso también. Pero conocer el compromiso de mis viejos y al mismo tiempo por mi militancia católica latinoamericana, uno descubre un mar de coincidencias. Toda una Iglesia comprometida con la construcción de una sociedad más justa que se convierte en mártir; que fue asesinada sistemáticamente, pero que sigue en lucha, que no se rinde. Y mis viejos, por otro lado, que creían en un proyecto de país muy distinto, lucharon, empujaron para que eso surgiera, se hiciera realidad en nuestra tierra y cayeron en medio de esa lucha. Cuando vos hablás de espejo, yo me siento muy identificado con muchas de las ideas que están en el credo, por decirlo así, del PRT. La necesidad de construir una sociedad fuerte, orientada según los intereses de los trabajadores, en línea quizá con lo que dice Hugo Chávez: un socialismo del siglo XXI que hay que crear. Que todavía no existe. Que no es ninguno de los que hemos visto pero que ciertamente no es capitalismo.
–¿En estos años supiste algo de tu posible hermano o hermana?
–En el marco de mis preguntas, en algún momento me fui enterando de que mi mamá estaba embarazada. El primer contacto con el tema fue cuando me saqué sangre, a los 18 o 19 años. Después me fui a Paraguay. Yo estaba viviendo en Trelew con los salesianos. Y salió el dato de que Carolina, hija adoptiva del matrimonio Bianco, tenía la edad y hasta rasgos que podían indicar que podía ser hija de Ana María Lanzillotto, es decir mi hermana. Bianco también tenía a Pablo, que después se supo que era hijo de desaparecidos. Yo viajé a Paraguay en 2000. Vi a Carolina. Ella tenía confianza con los salesianos porque había estudiado en un colegio con ellos. Yo sabía que se había negado a cualquier extracción de sangre, pero quise verla para que accediera, para pedirle por favor. Al final no accedió. Mucho después se lo hizo, y dio negativo (con todo el banco). Después hubo otra chica que podía ser, yo estaba en Etiopía. Pero resultó que tampoco era.
–¿Se lo espera ahora o se lo busca?
–Yo voy a declarar muy probablemente en el juicio. Para declarar de mis padres no puedo ir a decir nada: tenía dos años, no puedo decir quién me agarró a mí o quién me separó de mi madre. Puedo dar testimonio para que se vea cómo puede repercutir la acción del terrorismo en la vida de una persona, pero además vale por esto: quizá tenga su repercusión en alguna persona concreta que por ahí abra una puerta. Yo tengo 38 años, mi hermana o hermano tendría que tener 36, si me está escuchando debería saber que todos los especialistas coinciden en el hecho de que la verdad te va a hacer libre. Después vos podés criticar a tus viejos, si querés. Que se equivocaron, que no; porque a lo mejor mi hermana o hermano tenga construido un pensamiento totalmente de derecha, qué sé yo. Pero más allá de eso, conocer la verdad en tu historia es clave, de ser feliz y hacer feliz a otro.
ENCUENTRO CON UN SARGENTO
¿Ana dio a luz en Campo de Mayo?
–Desde mi borrosa visión de pueblo del interior, tengo entendido que fue ahí. Una vez tuve una entrevista personal con el sargento Ibáñez. Este Ibáñez fue un suboficial, según cuenta. Nos hizo una cita a mí y a una hija de Robi Santucho en un lugar del gran Buenos Aires. Yo estaba en Ramos Mejía. Tomé un tren y fuimos a parar a una plaza, no me acuerdo cuál, al lado del tren. No sabíamos a quien buscábamos, el tipo nos identificó a nosotros.
–¿Qué pasó?
–Nos preguntó: “¿Ustedes son los hijos de Santucho y Menna?” “Sí”, le dijimos. Y entonces nos sentamos en la plaza. Estaba con otro hombre, desconocemos quién, nos contó lo que quería contar: él nos citó, y él nos contó.
Ibáñez les dijo que el 19 de julio de 1976 él estaba en Campo de Mayo, lo mismo que declaró más tarde en la causa que investiga dónde está el cuerpo de Santucho. Contó que el líder del PRT llegó con un hilo de vida, que intentaron conservarle la vida para interrogarlo, pero no lo lograron. Según Ibáñez, murió poco después, herido de bala. Les dijo aquello de que el cuerpo había sido embalsamado, ubicado en lo que se llamó Museo de la Subversión. Ramiro preguntó por su mamá. El hombre no dijo nada. “No sabemos si es que no sabía y mi mamá no había llegado a ese lugar en ese momento por el embarazo, o en realidad Ibáñez se estaba cuidando.”
–¿Cuándo lo vieron?
–Era el año ’97. Hacía un relato pausado. Estaba con el otro tipo que no sabemos quién es. Se lo veía mal, no bien, como golpeado. Me contó que él llevaba café a los oficiales y cuando lo hacía pasaba por delante de la sala de tortura. Que más de una vez vio a mi viejo diciendo: “¡No lo puedo creer! ¡Me preguntan por la guita!”. “¡Me preguntan por la guita!” Que lo tuvieron bajo tortura durante un tiempo importante y que después llegaron algunos oficiales con cuaderno y lápiz como para hacerle preguntas más de teoría, como si papá les hubiera dado clases de algo. Supongo que le estarían preguntando por la ideología del PRT. Nos dijo que un día vino Santiago Omar Riveros. Entró como loco, como que pasaba algo y a tomar una medida urgente, como si le hubiesen dado una orden para que se los trasladara, que se los matara. Y él dice que fue con una anestesia. Pentotal o Pentonaval, algo así... Me dijo el nombre y todo porque fue quien tuvo que ir buscarlo y llevarlos. Los durmieron y los cargaron arriba de un avión y los tiraron al mar. Liliana Delfino, la mujer de Santucho, estaba con papá. El hombre habló con cierta admiración de los dos.
Villa Martelli
¿Cómo fue Villa Martelli?
–Hay relatos divergentes. Relato A: entró el capitán Juan Carlos Leonetti con datos de alguien que entregó una cita de mi viejo. Se habla de un médico que tenía a su esposa secuestrada y negoció entregar una cita de mi papá. El tipo que era conocido de papá, le pidió una cita urgente totalmente fuera de los protocolos de seguridad del PRT. Papá acude por la confianza que le tiene y porque el hombre se lo pide desesperadamente. El PRT planeaba la fuga de Robi, él no debía haber ido jamás, pero dijo: “No puedo dejar a éste solo”. Y el tipo parece que había vendido la cita. Lo agarran en esa cita falsa, y entre los papeles encuentran una dirección con el lugar donde vivían.
–¿La factura?
–Hablan del alquiler de un nebulizador. Debía ser para mí o para el hijo de Benito (Urteaga) porque éramos los chiquitos que estábamos ahí, capaz que andábamos con tos. No sabían qué se iban a encontrar pero se encontraron con lo que se encontraron. Cae papá primero y todo el resto: Benito Urteaga, Robi Santucho, mamá, Liliana Delfino y no me acuerdo si Fernando Gertel.
–¿El otro?
–Que alguien vende la casa y que primero los agarran a todos, menos a papá. Que papá se va a la cita y cuando vuelve lo esperan con una ratonera. O sea que papá entra, abre la puerta y los milicos estaban esperando adentro. Esta versión es la primera que me cuentan a mí, me la contó (Enrique) Gorriarán Merlo, preso en Devoto, lo visité un par de veces, charlamos un montón. La versión A, en cambio, es la que ahora está manejando la causa y, según dice Pablo Llonto, es la más probable. Y yo creo que es la más probable, capaz en el juicio se pueda reconstruir exactamente.
Los Lanzillotto y los Menna
Los abuelos de Ramiro tuvieron nueve hijos, dos murieron poco después de nacer, y a los otros él los nombra como “sobrevivientes de la niñez”, como si la condición de sobrevivientes los hubiese seguido marcando. Tito es Carlos Alberto Lanzillotto, el mayor, profesor de filosofía y letras, preso en Sierra Chica durante la dictadura. Cholo es Carlos Mario, abogado de presos políticos; se quedó en La Rioja, persiguieron y amenazaron a toda su familia. Nena es Alba Rosa, militante de la Iglesia de Angelelli, el día del golpe fue detenida y liberada a los pocos días, se exilió con su marido, el poeta Ariel Ferraro, y sus dos hijos. Quela es Nidia, que lo crió. Beba, que es María Isabel, se casó con el Pocho Délfor Brizuela, los allanaron y persiguieron, les colocaron una bomba que aunque estalló solo causó daños materiales. Ani era Ana María y Tina, María Cristina, su hermana melliza. Las dos militaron en el PRT, están desaparecidas. En el 2006 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó a Tina y en 2011 a su esposo, Antorcha Santillán o Carlos Benjamín “Cacho”. Los abuelos Me-nna, Pánfilo e Irma, tuvieron dos hijos: Domingo y Raquel, los dos militaron en el PRT, los dos están desaparecidos. Raquel tuvo tres hijos.
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