Liana tenía cinco años y Mariana, nueve meses, cuando las fuerzas militares asesinaron a sus padres en julio de 1976. Desde entonces volvieron tres veces a Tucumán para reconstruir sus historias. Después de 35 años de impunidad llegó la hora de la Justicia.
Mariana Tello y Liana Aguirre, volvieron a Tucumán, después de 35 años de impunidad.
Un barrio humilde en las periferias de la ciudad, un allanamiento y su padre escapando por la puerta de atrás de la casa, despertar en la madrugada rodeada de militares mientras otro grupo interrogaba a su madre, embarazada de su hermano menor, en otro dormitorio. Son los recuerdos tenebrosos que quedaron registrados en la memoria de Liana Aguirre, con apenas cinco años. En abril de 1976 volvió a Goya, Corrientes, donde vivían sus abuelos, para escapar de las redes represoras del último gobierno de facto. Volvieron todos, menos su padre Juan Carlos.
El recuerdo más traumático de la vida de Mariana Tello se remonta a la primera vez que volvió a Tucumán. Fue en el '98 cuando el fallecido represor Antonio Domingo Bussi gobernaba la provincia en plena democracia. “El responsable del asesinato de mi madre, y de tantos otros, estaba en la Casa de Gobierno, donde ni siquiera pudimos llegar por impedimento de la policía. Tuve la sensación de estar en una ciudad completamente militarizada, había policías con perros, caballos y tanques”, recuerda con amargura, antes de que comience la segunda jornada del juicio oral y público que busca reconstruir la verdad de lo que le pasó a su madre, Margarita Azize Weiss.
Volver a Tucumán no fue fácil. Mariana tenía nueve meses cuando su madre trató de protegerla ante el avance de militares y policías que realizaban un operativo en las puertas de su casa de Las Piedras 710. Se resistió a ser detenida y le dispararon con una ametralladora. Luego, ingresaron al domicilio y se llevaron encapuchadas a las personas que estaban allí. Juan Carlos estaba en ese grupo de militantes Montoneros. Era las 11.30 del 12 de julio de 1976. Dos horas después, los cuerpos de Margarita y Juan Carlos fueron arrojados en una fosa común en el Cementerio del Norte.
Pasaron 29 años hasta que Liana tomó fuerzas para reconstruir su historia y saber sobre la muerte de su padre. Así, en 2005 regresó por primera vez a la provincia y conoció aquella casa a la que todavía –mientras espera también la segunda audiencia del debate- no sabe si podrá pasar otra vez por allí. En ese año Liana había encontrado a Isabel Ríos, la única testigo que vio cuando mataron a Margarita y que pudo contarlo ante los jueces del Tribunal Oral en el primer día del juicio. “Dijo que en el operativo vio a agentes vestidos de azul, por eso no hay dudas de que en ese procedimiento participó la policía y al mando estaba Albornoz. Eso es incuestionable”, sentencia Liana en la entrevista con 200.
Las vidas de aquellas niñas se volvieron a cruzar. Liana radicó en ese mismo año la denuncia en Goya y luego la causa desembarcó en Tucumán. Fueron procesados los represores Bussi, Luciano Benjamín Menéndez y Roberto “El Tuerto” Albornoz. El primero murió el mismo día en que comenzó el juicio –exactamente a las 16.45 del 24 de noviembre pasado-, el segundo no está en condiciones de salud –dice un médico de la Corte- y Albornoz quedó como único imputado en el banquillo de los acusados.
“Me hubiese gustado que Bussi esté sentado en el juicio y hubiese escuchado las acusaciones y los testimonios. Sé que nunca se iba a sensibilizar porque tengo claro cuál era su postura, pero hubiese preferido que esté aquí y no ahora en la tumba”, lamenta Liana, quien hace seis años y medio es jueza en lo Civil y Comercial de Goya, tiene 40 años y es madre de cuatro hijos.
“Bussi fue responsable de atrocidades, por eso me hubiese gustado que esté en el juicio, sea condenado y enviado a una cárcel”, dice Mariana, quien hace 15 años milita en HIJOS de Córdoba, donde es profesora universitaria de Antropología, e investigadora en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio La Perla.
“Bussi murió como deben morir todas las personas, de viejo, rodeado de sus seres queridos, bien asistido en una clínica, y enterrado. Esa posibilidad 30.000 compañeros no la tuvieron, murieron anónimamente, sin posibilidad de defenderse”, señala luego de recordar la Marcha de la Vergüenza que realizó HIJOS cuando Bussi gobernaba en democracia; el que fue su retorno “más traumático” a Tucumán.
Por fin, el duelo
El año pasado, Liana vino junto a toda su familia por segunda vez a Tucumán, para cerrar otra parte de su historia: recuperar los restos de su padre. Estos recién fueron identificados en 2009 tras un estudio de ADN, mientras que el cuerpo de Margarita fue entregado a sus familiares el mismo año de su muerte. “Con todo este proceso tuvimos la oportunidad de transitar un duelo que había estado postergado, porque nadie termina un duelo si no le entregan el cuerpo de la persona que ha perdido. Ahora tengo un lugar donde llevarle flores a mi padre, eso hubiese sido imposible si no emprendíamos este proceso de reencontrarnos con él”, acota.
Para Mariana, la segunda vez fue revivir el escenario del asesinato de su madre. "Volví a la casa donde mataron a mi madre y vivimos el poquísimo tiempo que tuvimos la oportunidad de ser una familia", cuenta y resalta que tuvo la suerte de crecer en la verdad. En el juicio, contó que después del hecho fue apropiada por una pareja de policías que había estado en el sangriento operativo, luego vinieron sus abuelos de Jujuy a buscarla, terminaron también detenidos pero lograron volver y reencontrarla. "Muchos no tuvieron ese privilegio, sobre todo los chicos que fueron apropiados y crecieron con los asesinos de sus padres biológicos", sostiene a pocas horas de regresar a Córdoba, donde investiga la verdad de cientos de desaparecidos en esa provincia.
Regresar no fue fácil pero no fue en vano: ambas lograron recuperar la memoria y la justicia. Liana está convencida de que las piezas del rompecabezas están en su lugar. “Están los cuerpos, el reconocimiento de las propias fuerzas que lo mataron y la demostración de que no fue un enfrentamiento. El tribunal tiene herramientas de sobra para condenar a prisión perpetua a Albornoz”, alerta, una semana antes de conocer el veredicto.
Frente a los jueces, Liana, alejada de su formalidad oral que le dio su profesión de abogada y jueza, se remontó a la niña de cinco años y recordó el momento en que se enteró de la muerte de su padre: “Tengo recuerdos borrosos, fue un momento muy tenso, se armó un revuelo en mi casa, mi madre lloraba cuando nos dijo que a papá lo habían matado. Eramos chiquititas pero igual preguntamos: ¿quién lo hizo?
-Unas personas que pensaban distinto que él, nos dijo mamá”.
Mariana Tello y Liana Aguirre, volvieron a Tucumán, después de 35 años de impunidad.
Un barrio humilde en las periferias de la ciudad, un allanamiento y su padre escapando por la puerta de atrás de la casa, despertar en la madrugada rodeada de militares mientras otro grupo interrogaba a su madre, embarazada de su hermano menor, en otro dormitorio. Son los recuerdos tenebrosos que quedaron registrados en la memoria de Liana Aguirre, con apenas cinco años. En abril de 1976 volvió a Goya, Corrientes, donde vivían sus abuelos, para escapar de las redes represoras del último gobierno de facto. Volvieron todos, menos su padre Juan Carlos.
El recuerdo más traumático de la vida de Mariana Tello se remonta a la primera vez que volvió a Tucumán. Fue en el '98 cuando el fallecido represor Antonio Domingo Bussi gobernaba la provincia en plena democracia. “El responsable del asesinato de mi madre, y de tantos otros, estaba en la Casa de Gobierno, donde ni siquiera pudimos llegar por impedimento de la policía. Tuve la sensación de estar en una ciudad completamente militarizada, había policías con perros, caballos y tanques”, recuerda con amargura, antes de que comience la segunda jornada del juicio oral y público que busca reconstruir la verdad de lo que le pasó a su madre, Margarita Azize Weiss.
Volver a Tucumán no fue fácil. Mariana tenía nueve meses cuando su madre trató de protegerla ante el avance de militares y policías que realizaban un operativo en las puertas de su casa de Las Piedras 710. Se resistió a ser detenida y le dispararon con una ametralladora. Luego, ingresaron al domicilio y se llevaron encapuchadas a las personas que estaban allí. Juan Carlos estaba en ese grupo de militantes Montoneros. Era las 11.30 del 12 de julio de 1976. Dos horas después, los cuerpos de Margarita y Juan Carlos fueron arrojados en una fosa común en el Cementerio del Norte.
Pasaron 29 años hasta que Liana tomó fuerzas para reconstruir su historia y saber sobre la muerte de su padre. Así, en 2005 regresó por primera vez a la provincia y conoció aquella casa a la que todavía –mientras espera también la segunda audiencia del debate- no sabe si podrá pasar otra vez por allí. En ese año Liana había encontrado a Isabel Ríos, la única testigo que vio cuando mataron a Margarita y que pudo contarlo ante los jueces del Tribunal Oral en el primer día del juicio. “Dijo que en el operativo vio a agentes vestidos de azul, por eso no hay dudas de que en ese procedimiento participó la policía y al mando estaba Albornoz. Eso es incuestionable”, sentencia Liana en la entrevista con 200.
Las vidas de aquellas niñas se volvieron a cruzar. Liana radicó en ese mismo año la denuncia en Goya y luego la causa desembarcó en Tucumán. Fueron procesados los represores Bussi, Luciano Benjamín Menéndez y Roberto “El Tuerto” Albornoz. El primero murió el mismo día en que comenzó el juicio –exactamente a las 16.45 del 24 de noviembre pasado-, el segundo no está en condiciones de salud –dice un médico de la Corte- y Albornoz quedó como único imputado en el banquillo de los acusados.
“Me hubiese gustado que Bussi esté sentado en el juicio y hubiese escuchado las acusaciones y los testimonios. Sé que nunca se iba a sensibilizar porque tengo claro cuál era su postura, pero hubiese preferido que esté aquí y no ahora en la tumba”, lamenta Liana, quien hace seis años y medio es jueza en lo Civil y Comercial de Goya, tiene 40 años y es madre de cuatro hijos.
“Bussi fue responsable de atrocidades, por eso me hubiese gustado que esté en el juicio, sea condenado y enviado a una cárcel”, dice Mariana, quien hace 15 años milita en HIJOS de Córdoba, donde es profesora universitaria de Antropología, e investigadora en el ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio La Perla.
“Bussi murió como deben morir todas las personas, de viejo, rodeado de sus seres queridos, bien asistido en una clínica, y enterrado. Esa posibilidad 30.000 compañeros no la tuvieron, murieron anónimamente, sin posibilidad de defenderse”, señala luego de recordar la Marcha de la Vergüenza que realizó HIJOS cuando Bussi gobernaba en democracia; el que fue su retorno “más traumático” a Tucumán.
Por fin, el duelo
El año pasado, Liana vino junto a toda su familia por segunda vez a Tucumán, para cerrar otra parte de su historia: recuperar los restos de su padre. Estos recién fueron identificados en 2009 tras un estudio de ADN, mientras que el cuerpo de Margarita fue entregado a sus familiares el mismo año de su muerte. “Con todo este proceso tuvimos la oportunidad de transitar un duelo que había estado postergado, porque nadie termina un duelo si no le entregan el cuerpo de la persona que ha perdido. Ahora tengo un lugar donde llevarle flores a mi padre, eso hubiese sido imposible si no emprendíamos este proceso de reencontrarnos con él”, acota.
Para Mariana, la segunda vez fue revivir el escenario del asesinato de su madre. "Volví a la casa donde mataron a mi madre y vivimos el poquísimo tiempo que tuvimos la oportunidad de ser una familia", cuenta y resalta que tuvo la suerte de crecer en la verdad. En el juicio, contó que después del hecho fue apropiada por una pareja de policías que había estado en el sangriento operativo, luego vinieron sus abuelos de Jujuy a buscarla, terminaron también detenidos pero lograron volver y reencontrarla. "Muchos no tuvieron ese privilegio, sobre todo los chicos que fueron apropiados y crecieron con los asesinos de sus padres biológicos", sostiene a pocas horas de regresar a Córdoba, donde investiga la verdad de cientos de desaparecidos en esa provincia.
Regresar no fue fácil pero no fue en vano: ambas lograron recuperar la memoria y la justicia. Liana está convencida de que las piezas del rompecabezas están en su lugar. “Están los cuerpos, el reconocimiento de las propias fuerzas que lo mataron y la demostración de que no fue un enfrentamiento. El tribunal tiene herramientas de sobra para condenar a prisión perpetua a Albornoz”, alerta, una semana antes de conocer el veredicto.
Frente a los jueces, Liana, alejada de su formalidad oral que le dio su profesión de abogada y jueza, se remontó a la niña de cinco años y recordó el momento en que se enteró de la muerte de su padre: “Tengo recuerdos borrosos, fue un momento muy tenso, se armó un revuelo en mi casa, mi madre lloraba cuando nos dijo que a papá lo habían matado. Eramos chiquititas pero igual preguntamos: ¿quién lo hizo?
-Unas personas que pensaban distinto que él, nos dijo mamá”.
Muy buena la nota
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