domingo, 18 de enero de 2015

Mirta de Baravalle: “No pienso en mi edad. Yo sigo”




Mirta Acuña de Baravalle celebró el lunes último sus 90 años de edad y los 38 del nieto (o nieta) que nació en cautiverio el 12 de enero de 1977. La Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora también rindió homenaje a su hija y a su yerno, detenidos-desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. Especial para ANRed, por Liliana Giambelluca
Este 12 de enero, Mirta Acuña de Baravalle hubiese llegado a los 90 años de edad como un día cualquiera de no ser que dos incondicionales compañeras de su lucha, Laura Jara Suazo y María Teresa Núñez, le insistieron que debía festejarse su cumpleaños, es más, ellas lo organizarían le dijeron. La cofundadora de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se resistía al acontecimiento hasta que encontró el motivo para aceptarlo: rendir un homenaje a su hija Ana María Baravalle y a su yerno Julio César Galizzi, detenidos-desaparecidos desde el 27 de agosto de 1976. Otra motivación era que ese mismo día, su nieta o nieto (Camila o Ernesto) cumplía 38 años de edad.

Laura y María Teresa aceptaron el desafío y trabajaron sin tregua para lograr un equilibrado y cálido festejo-homenaje. Familia y compañeros de lucha de ayer y de hoy, se reunieron a partir de las 20 en una casa de derechos humanos, a unas cuadras de la histórica Plaza de Mayo. En el ingreso había una gran pancarta con un mensaje y la foto de Ana María y Julio César.
En el salón se preparó una mesa principal que la Madre y Abuela de Plaza de Mayo compartió con su hijo Sergio, con Susana, una amiga de Ana María, con las Madres Nora de Cortiñas y Elia Espen, y la Abuela Elsa Pavón. Para los invitados se distribuyeron mesas en todo el salón y en las paredes se colocaron fotos de momentos significativos en la lucha de Mirta. “Ana es tu faro, sos digna discípula de tu hija”, fue el mensaje que se mostraba en otra gigantografía.
“Soy reacia a estos encuentros de mis cumpleaños -dijo Mirta a los presentes- pero hoy es un día muy especial: estamos deseando un feliz cumpleaños al hijo de Ana y de Julio, a Camila o Ernesto, que también nació un 12 de enero, por eso, cumplir años para mí tiene una doble significación”.

Los conceptos y recuerdos transmitidos por sus compañeras de lucha generaron emoción y sonrisas en Mirta. Se leyó un poema escrito por un amigo de Ana María y Nora de Cortiñas manifestó: “Mirta, sos admirable, 38 años de permanencia en la histórica y simbólica Plaza de Mayo con tus principios inalterables, con tu fuerza y convicción mostrando al mundo que los derechos humanos no se negocian, no hay canje posible. El amor y el respeto por tu Ana y todos tus hijos e hijas te impulsan a estar presente en todo lugar donde se comete una injusticia. Tu solidaridad traspasa las fronteras. Por todas y todos los que hoy no están y los que están, seguiremos juntas. Hasta la victoria siempre. Venceremos”.
Elia Espen expresó el profundo afecto que sentía por su compañera de lucha y la recordó en los inicios de su militancia: “Cuando yo iba a la casa de las Abuelas, Mirta se movía todo el tiempo, era un cohete que andaba de acá para allá, era muy trabajadora y luchadora”. También mencionó “lindos momentos” que pasaron juntas cuando “la rutina” del final de la jornada era “tomarnos un heladito”. El gusto por los helados y el fervor por las innumerables propiedades del limón, llevó a otras anécdotas que desataron las risas de quienes conocen esas “debilidades” de Mirta.
Una cantautora deleitó con canciones de los 70 y un grupo de jóvenes tocaron jazz, tango y boleros. Luego llegó una gran torta con una mariposa de repostería encima. Fue la oportunidad para que Elsa Pavón recordara que “estábamos en un acto en el jardín de la Asociación Anahí y en el pañuelo de Mirta se posó una mariposa. Un proverbio azteca dice que cuando un guerrero muere se convierte en mariposa para acompañar a los que siguen luchando, por eso en la Asociación tomamos como símbolo a la mariposa y a Mirta como una guerrera máxima en vida”. Aclaró que cuando las Abuelas de Plaza de Mayo comenzaron a trabajar, “Mirta era una guerrera máxima, era el alma real porque prácticamente trabajaba las 24 horas del día en la institución, a veces ni dormía por preparar las investigaciones y todo lo que había que hacer al día siguiente”.

Consultada por la celebración de su cumpleaños 90 y los recuerdos por su permanente lucha, Mirta Baravalle respondió que renegaba de la “imposición” del año calendario: “yo no catalogo los años como tales, un año, otro año y otro más, ¿por qué tengo que ajustarme a eso?”, se preguntó y continuó: “No pienso en mi edad, yo sigo nada más, jamás pensé tengo tantos años y la verdad que no sé cómo tengo que sentirme a los 90. Yo me siento así como me ven ahora”.
Enviaron notas de saludos María Isabel “Chicha” de Mariani, Adolfo Pérez Esquivel, Osvaldo Bayer y Daniel Viglietti, entre otros.

Además de Sergio Baravalle, Susana (amiga de Ana), Nora de Cortiñas y Elia Espen (Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora) y Elsa Pavón (Abuela de Plaza de Mayo y referente de la Fundación Anahí), se hicieron presentes Carlos “Sueco” Lordkipanidse y Enrique Fukman (Asociación Ex-Detenidos Desaparecidos), la nieta restituida María Victoria Moyano, Marcela Gudiño (Colectivo Memoria Militante) junto a integrantes de la “Mesa Todos por el Banco Nacional de Datos Genéticos”, Margarita Noia (secretaria de Derechos Humanos de la CTA Capital), Pablo Pimentel (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de La Matanza), Alicia Unzalu (coordinadora del Centro Cultural de la fábrica IMPA recuperada por sus trabajadores) y las “Amigas de la ronda de Madres de Plaza de Mayo–Línea Fundadora”, entre otras.
“BUSCAR A LOS NIETOS SIN OLVIDAR A NUESTROS HIJOS”
En la madrugada del 27 de agosto de 1976, instaurado el terrorismo de Estado más brutal que se vivió en la Argentina, autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), militares del Ejército fuertemente armados ingresaron a la vivienda de Mirta Acuña de Baravalle y se llevaron a su hija Ana María y a su yerno Julio César Galizzi. La joven cursaba un embarazo de cinco meses y el bebé, Ernesto o Camila, nació en cautiverio el 12 de enero de 1977.

Durante varios meses, Mirta buscó sola a su familia y a comienzos de 1977 comenzó a reunirse con otras madres en la Plaza de Mayo para acordar presentaciones de habeas corpus y reclamos en la Casa de Gobierno y en distintos organismos estatales. La lucha se transformó en resistencia colectiva pacífica pero activa y el 30 de abril de ese año las mujeres comenzaron a marchar alrededor de la Pirámide de la Plaza. Mirta fue una de las catorce fundadoras de las Madres de Plaza de Mayo que cada jueves se cubría el cabello con un pañal de tela blanca para exigir una respuesta a la Junta Militar por el destino de sus seres queridos y de otras personas que desaparecían en la Argentina.
En octubre de ese año, Alicia Zubasnabar de De la Cuadra, “Licha”, también participante de las Madres, la invitó a formar un grupo de abuelas para buscar a los nietos nacidos en cautiverio y también desaparecidos. Bajo la consigna “buscar a los nietos sin olvidar a nuestros hijos", Mirta de Baravalle y Licha fueron dos de las doce mujeres fundadoras de las “Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos”.

En 1980, resolvieron constituirse en una asociación civil y denominarse de la forma que eran conocidas: “Abuelas de Plaza de Mayo”, cuyo objetivo, entre otros, era localizar y restituir a sus legítimas familias a todos los niños secuestrados-desaparecidos por la dictadura cívico-militar y lograr el castigo correspondiente para todos los responsables de esos crímenes de lesa humanidad.
Lo más notable de las Abuelas fueron las tareas de investigación y búsqueda que encararon a fin de dar con el paradero de sus nietos. Sin medios ni experiencia recorrían juzgados de menores, orfelinatos y casas cuna. En más de una ocasión percibieron que funcionarios, jueces y profesionales de la salud habían colaborado en la supresión de la identidad de los niños, omitiendo investigar sus orígenes y facilitando apropiaciones bajo el carácter de “adopciones” que no eran tales.
Las Abuelas también solicitaron apoyo a los líderes de los principales partidos políticos de Argentina, entre ellos Ricardo Balbín (Unión Cívica Radical), Ítalo Luder (Partido Justicialista) y Oscar Alende (Partido Intransigente). Los dos primeros atribuyeron toda la responsabilidad al accionar de los grupos guerrilleros, y el último se negó a recibirlas. La misma indiferencia encontraron en los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y de la Conferencia Episcopal Argentina.
Ante tanta desprotección en el ámbito nacional, las Abuelas decidieron recurrir a la ayuda humanitaria internacional. En enero de 1978, le solicitaron al Papa Pablo VI su intervención en la cuestión de los bebés desaparecidos, pero tampoco obtuvieron respuesta alguna. Solicitudes similares fueron realizadas a UNICEF y a la Cruz Roja. En todos los casos esas instituciones guardaron silencio o rechazaron la petición.
El 5 de agosto de 1978, víspera del Día del Niño, el diario La Prensa publicó la primera solicitada en la que se reclamaba por los niños desaparecidos. El texto, que en Italia fue denominado “el Himno de las Abuelas”, fue un factor decisivo para comenzar a movilizar a la opinión pública mundial.
Amnistía Internacional realizó campañas y brindó apoyo organizativo y financiero. Una de sus primeras actividades fue impulsar un petitorio internacional por los niños desaparecidos que reunió 14.000 firmas, entre ellas las de personalidades de gran renombre como Simone de Beauvoir, Costa Gavras y Eugène Ionesco. Poco a poco, organizaciones de derechos humanos en todo el mundo comenzaron a difundir la situación de los niños desaparecidos en la Argentina.
El 6 de septiembre de 1979, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA se instaló durante catorce días en la Argentina para examinar la situación de los derechos humanos en el país. Las Abuelas le aportaron a este organismo 5.566 casos documentados de desapariciones. El 14 de diciembre, la CIDH presentó un extenso informe en el que por primera vez, un organismo oficial cuestionaba a la dictadura argentina por las “numerosas y graves violaciones de fundamentales derechos humanos”, estableciendo el deber del gobierno argentino de informar sobre cada una de las personas desaparecidas. En su informe, la CIDH también dio cuenta de “la desaparición de recién nacidos, infantes y niños, situación ésta en que la Comisión ha recibido varias denuncias”.
En octubre de 1980, el argentino Adolfo Pérez Esquivel, quien estuvo detenido-desaparecido durante la dictadura cívico-militar, sufrió cárcel y tortura, recibió el Premio Nobel de la Paz por su lucha en defensa de la democracia y los derechos humanos frente las dictaduras latinoamericanas. Ello le permitió brindar mayor apoyo y difusión a las acciones de las organizaciones defensoras de los derechos humanos locales.
En 1986, por discrepancias internas, la Asociación Madres de Plaza de Mayo se fracturó y Mirta Acuña de Baravalle integró el grupo llamado Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, donde actualmente tiene el cargo de secretaria. Además continúa en la búsqueda de su familia y en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia.
Crónica y Fotos: Liliana Giambelluca

Por ANRed- E (redaccion@anred.org)

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